Un bajo comercial convertido en loft

El proyecto de Egue y Seta huye de los muros ciegos, y apuesta por la vegetación y las transparencias como separadores blandos y sensuales. 

05/09/2014

Entramos al este antiguo local comercial, transformado en vivienda por una puerta doble de madera maciza de iroco barnizado con herrajes en hierro chorreado, forjados en los talleres propios del dueño de la vivienda; y apenas ponemos un pie sobre el cálido entarimado de roble crudo, nos topamos con una ...

Entramos al este antiguo local comercial, transformado en vivienda por una puerta doble de madera maciza de iroco barnizado con herrajes en hierro chorreado, forjados en los talleres propios del dueño de la vivienda; y apenas ponemos un pie sobre el cálido entarimado de roble crudo, nos topamos con una “pescera” sin peces en la que flotan retoños de vegetación.

Tras el comedor, la cocina técnica e industrial, que ofrece una imagen limpia y sofisticada gracias a las grandes superficies verticales de acero inoxidable que la componen, al mismo tiempo se abre cálida y acogedora, proponiendo naturales encimeras de madera tratada, ideales para la preparación de la comida, la bebida y los momentos ámenos que pide a gritos esté espacio. El brillo metálico mimetiza electrodomésticos de última generación: frigorífico americano con “cellar” (Liehber), cafetera de grano molido integrable, placas de inducción inteligentes, planchas “tepan yaki”, campanas de filtro carbónico, estación de lavado, secado y planchado (AEG) e incluso un tendedero interior con drenaje y ventilación asistida. Tras puertas correderas de cristal una alacena transparente, en la cual se encuentran almacenados pero vistos, “delicatessen” locales, especies frescas, y vinos; todo iluminado por proyectores orientables de carril y sobre un fondo de pizarra y trazos de tiza. Sobre la isla central que es a la vez mueble de almacenamiento de menaje y zona de preparación cuelgan dos lámparas “Lindse” de Francisco Segarra y a su alrededor 5 taburetes metálicos “Bofinger” de la misma casa, convierten la superficie en barra o desayunador.

Aquí, la intimidad se redefine y está supeditada a la soledad, a cambio se ofrece el goce que proponen las vistas sobre el jardín central, la iluminación natural y la sensación de amplitud del espacio. La planta alargada y rectangular que define el cuarto de baño principal, se distribuye de forma simétrica para ofrecer dos inodoros, y dos zonas de tocador independiente y separados por un amplísimo plato de ducha de común, sobre el que llueve un rociador enrasado a nivel de techo de gran dimensión. En su parte posterior un banco de hormigón encofrado alberga la grifería de acero inoxidable (Cosmetoda) y atraviesa las mamparas de cristal para convertirse, a cada lado de la ducha, en encimeras de lavabo. Sobre ellas, piezas circulares de porcelana (roca) en forma de cuenco y grifos de sobre encimera de acero inoxidable conforman el tocador, conjuntamente con espejos que se descuelgan desde el techo y flotan sobre la gran ventana que mira hacia el jardín. Los inodoros suspendidos (roca) y sus pulsadores han sido empotrados en paramentos verticales revestidos en azulejo rectangular biselado estilo metro para aportar carácter urbano.

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