Cambio Sena por Mediterráneo

En 2015, el estudio de interiorismo Egue y Seta reformó por completo un coqueto piso de 78m2 ubicado en la barcelonesa plaza de Sant Agustí y que, unos meses antes, conquistó a Monsieur y Madame Desbois, un matrimonio que se escapaba cada mes hasta la Ciudad condal para escapar, como dice el refrán, del mundanal ruido.

14/12/2016

Monsieur et Madame Desbois es un matrimonio francés enamorado de Barcelona que utiliza la ciudad condal como vía de escape al menos una vez al mes, motivo que, en un momento dado, les llevó a plantearse la opción de adquirir un piso. Una opción, claro está, que, pensada para el ...

Monsieur et Madame Desbois es un matrimonio francés enamorado de Barcelona que utiliza la ciudad condal como vía de escape al menos una vez al mes, motivo que, en un momento dado, les llevó a plantearse la opción de adquirir un piso. Una opción, claro está, que, pensada para el largo plazo y con unos requisitos mínimos, suponía un desembolso de al menos 300.000 euros. Sin embargo, en una de sus recurrentes visitas a la ciudad, Madame Desbois descubrió, en pleno barrio de Ciutat Vella una propiedad coqueta ubicada en la Plaça de Sant Agustí Vell. El reto estaba servido: convertir la casa típica de nuestros abuelos en la segunda residencia ideal de una pareja de mediana edad. “Para empezar, con una habitación de invitados ya teníamos suficiente para alojar al eventual colega que se apunte al viaje a última hora (siempre y cuando tenga su baño privado)”, explican desde Egue y Seta. “La cocina, el salón y el comedor -prosiguen desde el estudio- dejarían de tener que ser por fuerza habitaciones pequeñas, oscuras o separadas cuando, en cambio, podían integrarse fácilmente en una única y amplia estancia llena de luz y versatilidad”.


 
Para Daniel Pérez, Felipe Araujo, Concha Cubillo y Leire Zafra, interioristas al frente de la reforma, el vestíbulo, antecámara, recibidor o foyer son todas palabras "del año de la polca que, a día de hoy, solo significan metros cuadrados desperdiciados que, sin duda, están mejor empleados si se les suman a la extensión útil de espacios con una clara vocación práctica, esto es, comer, disfrutar y compartir con gente maja”. Además, afirma que “no inventamos la madera para este proyecto ni hemos sido los primeros en colocarla en suelo, pero combinada con un mosaico hexagonal, que delimita a su vez el área destinada a la cocina seguro que está menos visto y aguanta mejor el fregado”, destacan desde Egue y Seta. La madera empleada en dos tonalidades -una más oscura y otra más clara, según la cantidad de luz natural que reciben las dos mitades de la casa-, “puede que sea un criterio hasta ahora menos explotado”.
 
Al parecer, distribuir los espacios privados no costó tanto: “Una vez ubicados los cuartos de baño de acuerdo a las bajantes existentes, el espacio libre resultante quedaba casi automáticamente definido y divido en dos mitades que apenas modificamos ligeramente para permitir que cada uno de los ocupantes de las habitaciones pudiese asomarse por una ventana”. Unas ventanas hechas en pino melis “ignifugo, hidrófugo y carísimo” que, dado los decibelios emitidos por algunos vecinos, “contaron con aislamiento doble, rotura de puente térmico, acústico (y casi nuclear)”. Y continúa: “Tirar abajo los tabiques necesarios para conseguir esta estancia costó Dios y su ejército de ayuda conformado por un arquitecto terco y 10 obreros armados con puntales de hierro y una viga del tamaño de un cañón que pintamos, como todo el techo abovedado, en blanco”, apuntan desde Egue y Seta. Tras varios intentos, el equipo logró dar con la cocina que, por acabados, capacidad y calidad, mejor se ajustaba al piso y al techo presupuestario.

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