De ruinas de cemento a espacio creativo

Es difícil imaginar que una antigua fábrica de cemento pueda convertirse en un taller de creación. La Fàbrica de Bofill es una muestra de equilibrio y armonía entre la arquitectura, el interiorismo y el paisajismo.

24/05/2017

Corría el año 1973 cuando el célebre arquitecto Ricardo Bofill se dio de bruces con una antigua fábrica cerca de Barcelona, completamente en ruinas. Desde ese primer flechazo, hubo algo de inquietante en esta ruina industrial: una energía y fuerza que sedujeron al arquitecto. El resto es hoy una fábula ...

Corría el año 1973 cuando el célebre arquitecto Ricardo Bofill se dio de bruces con una antigua fábrica cerca de Barcelona, completamente en ruinas. Desde ese primer flechazo, hubo algo de inquietante en esta ruina industrial: una energía y fuerza que sedujeron al arquitecto. El resto es hoy una fábula que él mismo define como un "pequeño universo cerrado", que lo protege "del exterior y de la vida cotidiana". Esta fábrica, que estuvo en uso durante la Revolución Industrial Catalana, estaba
compuesta por más de 30 silos, galerías subterráneas, enormes espacios para maquinaria y una amalgama de elementos surrealistas: escaleras subiendo a ninguna parte, estructuras de hormigón
inservibles, piezas de hierro colgantes en grandes espacios desiertos,...

Para convertir este cementerio de actividad industrial en fuente de potencia y vegetación, tuvo que derribarse gran parte de la estructura y desenterrar espacios ocultos por el paso de los años. Quedaron en pie ocho silos divididos en diferentes plantas y alturas, reconvertidos en oficinas, un laboratorio de modelado, una biblioteca, una sala de proyecciones y una gran nave, conocida como La Catedral, donde se llevan a cabo reuniones y conferencias. En otros términos, se trata de 5.000 metros cuadrados que ocupan ocho dormitorios y doce cuartos de baño, con techos de hasta diez metros de altura, construida a partir de hormigón, cerámica, madera y vidrio.

La inspiración industrial
Este complejo cruce de corrientes brutalistas y románticas han hecho de La Fàbrica una composición estética conmovedora. Como todo visitante logra comprobar, una de las características más especiales de su diseño es la utilización de elementos industriales como parte fundamental de la decoración. Los renovados espacios blancos mezclados con grandes plantas de interior conviven a
su vez, con antiguas partes de la fábrica original. Los dobles juegos de altura y un sinfín de ventanales hacen que la luz natural, junto al cuidado diseño, sean los protagonistas absolutos. En todo momento, La Fàbrica parece ser consciente de su herencia directa, con su estructura de hormigón armado. Además, mantiene la distribución original del lugar, por lo que está dividida en tres áreas principales: el estudio y taller profesional del arquitecto, la residencia familiar y unos inmensos jardines que la rodean.

Cookie Consent

This website uses cookies or similar technologies, to enhance your browsing experience and provide personalized recommendations. By continuing to use our website, you agree to our Privacy Policy

Nuestros Podcasts