Nadie puede negar que el 2016 fue un buen año para la industria de la cocina, que disfrutó de la tranquilidad que da un mercado interno que responde y unos mercados exteriores que también lo hacen. Una combinación que dio como resultado un aumento de más del 6% para este sector, que pudo facturar 1.387 millones de euros en doce meses, frente a los 1.307 del año anterior.

Gran remontada desde el 2013
Se trata de un porcentaje de crecimiento magnífico de por sí, aunque la proeza del sector cocina se entienda mejor analizando lo ocurrido en los últimos años, en los que ha sido capaz de remontar desde la cifra de 1.223 millones de euros del 2013 hasta los ya comentados 1.387 millones.
Dicho de otro modo, la cocina ha logrado facturar un 13,4% más en cuatro años, algo que, solo unos cuantos ejercicios atrás habría sido un sueño. El trabajo incansable de todos los actores de esta industria, su lucha por innovar, su apuesta por la exportación, los ajustes sufridos y, sobre todo, su paciencia y esperanza, han sido los responsables de esta buena evolución.

Diversificar sus mercados
Así, en los últimos años, los fabricantes del sector de la cocina en España han luchado por intensificar su fuerza exportadora y, sobre todo, por diversificar los mercados a los que dirigir sus esfuerzos.
La presencia de cocinas españolas en ferias internacionales y las campañas de imagen y comunicación dan sus frutos a medio plazo, y fue en 2016 cuando las firmas de nuestro país pudieron cosechar estos primeros frutos en forma de ganancias. Hoy por hoy, junto a los países a los que la cocina española ha exportado tradicionalmente, como son Francia y Portugal, las compañías españolas está enviando sus productos a mercados tan variopintos como México, Marruecos, Rusia o a los Estados Unidos de América.

Investigación que da sus frutos
La diversificación de los mercados es una decisión estratégica nacida de la frustración vivida cuando, hace ya prácticamente una década, las empresas tuvieron que ver cómo sus esfuerzos se desvanecían a causa de un mercado español que se derrumbó demasiado rápidamente.
Pero esta decisión estratégica no fue fácil de tomar: para vender un producto en el exterior, hay que tener muy claro qué características propias puede ofrecer para conquistar a estos nuevos consumidores, además de saber, por otro lado, qué necesitan, qué les gusta, cuáles son las costumbre de estos consumidores. Los fabricantes de cocinas españoles comenzaron entonces una tarea de ardua investigación para dar respuesta a estos interrogantes, mientras creaban su propia imagen.