De apelación afrancesada por la influencia en su fundadora, La Ren Lecrés nos lleva hasta el casco histórico de Vadocondes, un pequeño pueblo de 300 habitantes a muy poca distancia de Aranda, la capital de la Ribera del Duero. Un precioso y hospitalario complejo familiar de alojamiento rural que invita a una escapada perfecta en cualquier época del año.

"La Ren Lecrés es paz y serenidad, y una puerta directa a una de las mejores zonas viticultoras de España", describen sus propietarios, el matrimonio formado por Máxima Crespo y Santiago Leal, que dejaron la gran ciudad para criar a sus tres hijos en Aranda de Duero, próspera comarca burgalesa de la que es originario Santi, un técnico especialista en explotaciones agropecuarias que se dedica al cultivo de la hacienda familiar. Licenciada en empresariales y comercio internacional, Máxima vio en la ocupación de su marido una oportunidad para dejar 30 años de trayectoria en la gestión de empresas como Michelin, Ikea, o Bodega Martín Berdugo, y embarcarse en la ambiciosa construcción de La Ren Lecrés, su hogar durante una década, ahora convertido en una de las mejores casas rurales de Castilla León, según la plataforma Ruralka.
 

Y lo hizo en la finca que antaño ocupaba una instalación agrícola, y que ahora acoge un estético y confortable complejo con capacidad total para 14 personas. De espacios amplios y luminosos, se compone de una casa principal de cuatro dormitorios dobles y tres baños completos, presidida por un maravilloso salón de seis metros de altura con ventanal hacia el sur y chimenea de leña. Cuenta, también, con un espectacular y multifuncional ático habilitado para teletrabajo, perfecto para profesionales independientes que se reúnen para trabajar en proyectos o hacer retiros de teambuilding o coworking. El complejo posee también un apartamento o casa de invitados con una habitación doble, y sofá cama para dos personas extras en el salón. Entre las dos viviendas existe un almacén antiguo restaurado, con techos altos de vigas vistas y paredes de adobe y piedra que supone otro versátil espacio con puerta a la calle y apertura al jardín. Una hermosa extensión con césped natural, que cuenta con áreas de relajación y zona de barbacoa, así como una piscina de agua de sal, cubierta y climatizada durante todo el año.

Experiencias de inmersión rural
La experiencia en La Ren Lecrés va más allá de un alojamiento, ya que propone una fantástica comunión con la cultura y el estilo de vida de la zona. Para ello Máxima organiza experiencias únicas como la comida con el anfitrión y su familia, disfrutando de una deliciosa barbacoa de chuletillas de lechazo a la brasa en el jardín con piscina; una interesante jornada agrícola, descubriendo la magia de la vida rural, acompañando a Santi en visitas guiadas en un tractor, para conocer los cultivos de la zona y aprender los secretos de la agricultura local, o el divertido pícnic entre viñedos al atardecer, en un rincón íntimo en lo más alto del pueblo, degustando una cesta repleta de sabores auténticos de la tierra: quesos, embutidos, pan artesanal y una botella de vino de la Ribera del Duero.

Máxima Crespo: "Nuestro objetivo es hacer sentir a otros la paz y la serenidad que nos aportan los espacios de La Ren Lecrés"

La Ren Lecrés fue antaño un corral, y ahora es un precioso alojamiento rural, que ha sido la casa familiar de Máxima Crespo, su marido Santiago Leal y sus tres hijos durante 10 años. "Ofrecemos literalmente nuestra casa, el hogar donde se han criado nuestro niños", un espacio que respeta la arquitectura de la zona, pero aportando piezas decorativas y objetos personales que no restan autenticidad.

Máxima se implicó de lleno en la construcción de la vivienda, "donde he hecho un mix entre mi ideal de casa de pueblo basada en la de mis abuelos donde pasaba los veranos, y la apertura y luz de los espacios que he conocido durante mis frecuentes viajes por Europa", explica la fundadora, que posee una trayectoria laboral de más de 30 años en administración y gestión de empresas como Michelin, Ikea, o Bodega Martín Berdugo. Fanática de la innovación y el desarrollo sostenible, asegura que su objetivo es "continuar inspirando y promoviendo un cambio positivo en los entornos rurales, demostrando que la modernidad y la tradición pueden coexistir de manera armoniosa".

El complejo está compuesto por una casa principal y un apartamento, y se apoyaron para su construcción en el arquitecto Miguel Ángel Molinos del estudio Arquiplus, y la interiorista ha sido Yolanda Sáez, interiorista burgalesa afincada en Palma de Mallorca y formada en Londres. "Estaba todo por hacer, porque había sido un corral y disponía de una nave agrícola, hoy restaurada en adobe y piedra, con un pozo y alguna caseta, también conservada para almacenaje de jardinería". El resto se hizo todo nuevo, reutilizando algunas piedras para el jardín, y maderas para los muebles, aprovechando antiguas vigas de enebro o tablones de olmo que en su día sirvieron para el almacenaje de cereal.

La casa principal se caracteriza por ser un espacio amplio y blanco, como una caja de luz con doble altura y ventanal hacia el sur, donde se sitúa su salón con chimenea de leña y una pared de más de 6 metros sobre la que cuelga una escultura de duelas de barrica reutilizadas, armónica y sofisticada, que le da identidad a la casa.

La escalera central es de acero y cristal para dar ligereza y dar protagonismo a las piezas de madera que hay por toda la casa. Las habitaciones también tienen piezas ligeras realizadas con madera de enebro confeccionadas por carpinteros de la zona. Destacan la mesa de comedor frente a la ventana del jardín, rodeada de un banco de las misma madera y sillas de acero de Harry Bertoia, o el mobiliario de algunos dormitorios, confeccionados a medida con madera de olmo.

Las paredes exhiben algún cuadro de artistas locales en representación de la zona, y los espejos es otro de los elementos significativos. "Los hay de distintos diseños y dimensiones, algunos son culos de barrica convertidos en espejos", describe Máxima. Y algunos rincones están ocupados por antigüedades heredadas, como un mueble sesentero de TV que aprovecha la zona del televisor para instalar una cava de vino.

El ático es un espacio diáfano multifuncional, para juegos y lectura, presidido por la colección de las revista AD desde su comienzo. La finca también dispone de una casa de invitados, espacio de una sola planta con techos altos y que ha sido decorada al mismo estilo, con muebles a medida de madera de enebro y techos de madera de pino, con ventanales amplios que dan al verde jardín.

Separa las dos viviendas un almacén antiguo restaurado con techos altos y cortinas de suelo a techo, con vigas metálicas a la vista y paredes de adobe y piedra, que posee entrada desde la calle y apertura al jardín por dos puertas. Este espacio muestra piezas rústicas sin caer en lo temático, con utensilios relacionados con la producción de vino, o antigüedades como un viejo banco de matanza.