Hay momentos en que el diseño deja de ser algo que se ve para convertirse en algo que se siente. Ocurre cuando una textura nos obliga a detenernos, cuando una superficie nos invita a acariciarla, cuando un gesto cotidiano -como encender la luz- se transforma en una pequeña ceremonia de ...
Hay momentos en que el diseño deja de ser algo que se ve para convertirse en algo que se siente. Ocurre cuando una textura nos obliga a detenernos, cuando una superficie nos invita a acariciarla, cuando un gesto cotidiano -como encender la luz- se transforma en una pequeña ceremonia de belleza.
Los interruptores y enchufes han sido, durante décadas, los grandes olvidados del interiorismo. Funcionales, discretos, ubicuos. Pero en los hogares donde el diseño se piensa como un todo coherente, cada detalle cuenta. La forma de activar la luz, de cargar un dispositivo, de conectar el sonido o una lámpara, es parte del mismo relato que escriben los materiales, los volúmenes y la luz.
Un clic puede hablar el mismo lenguaje que una lámpara escultórica o un sofá de autor.
En espacios donde reina la neutralidad y el equilibrio -blancos suaves, texturas naturales, líneas limpias- un mecanismo eléctrico puede aportar continuidad o ser el punto de contraste. Un interruptor mate en blanco absoluto se funde con la pared, casi imperceptible, como un susurro visual. Uno en bronce antiguo o en oro escarchado, en cambio, introduce un contrapunto de carácter: un acento joya en un espacio sobrio.
Pero no es solo estética. También es tacto, ergonomía, sensación. El acabado cepillado del níquel, el "clic" sólido de un mecanismo bien diseñado, el peso de la porcelana en la mano. Son micro-experiencias que construyen nuestra relación con el espacio, que nos conectan con el entorno desde la intuición.
En tiempos de hiperconectividad y automatismos, también necesitamos volver a lo tangible. A lo que tiene textura, a lo que deja huella en los dedos. Un enchufe con tapa de bronce que se abre con suavidad. Un módulo triple que resuelve con elegancia las necesidades del día a día sin contaminar visualmente el espacio.
Diseñar es también decidir cómo queremos tocar el mundo. Y en esa decisión, los mecanismos eléctricos ya no son una nota al pie. Son parte de la sinfonía.
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